¡Oh Dios, mi Dios!
He salido de mi hogar
aferrándome fuertemente
a la cuerda de tu amor,
y me he encomendado,
enteramente y sin dudarlo,
a tu cuidado y protección.
Te imploro, te ruego,
por tu poder infinito,
por medio del cual
protegiste y proteges
a tus amados hijos
de las garras malignas
del perverso y descarriado,
de todo opresor contumaz
y de todo malhechor
que se ha apartado
del buen camino
lejos de ti,
que me protejas
mediante tu munificencia
y tu gracia divina.
Permíteme, pues,
regresar a mi hogar,
que está siempre protegido
por tu fuerza y tu poder,
por tu bondad y tu gracia,
escudos infranqueables
de amor infinito.
Tú que eres en verdad
el Todopoderoso verdadero,
azote de diablos y demonios,
Tú que ayudas en el peligro,
que acecha en cada camino,
en cada curva peligrosa
y en cada esquina oscura,
protégeme en esta hora,
en este momento trémulo.
Amén