Bendita Madre mía y madre de Jesús,
Tú que siempre estás dispuesta
y atenta a nuestro llamado,
que como madre ejemplar escogida por Dios
que no vaciló en decir Sí
ante el llamado para ser la madre
de nuestro Salvador,
quien sin dudar en las bodas de Canaán
le pidió a Jesús convirtiera el agua en vino,
y Él obediente siguió tus designios.
Tú que estuviste al lado de Jesús en su pasión y
muerte, Tú que viste como Él entregó su vida
por la salvación del mundo entero.
Hoy nos arrodillamos ante tu presencia
suplicándole por la conversión del mundo
entero, que toques los corazones de todos tus
hijos y los lleves de tu mano
por la senda del bien.
Te ruego que intercedas por el perdón de
nuestros pecados, porque el que se ha olvidado
del camino santo, por los que no escuchan la
palabra santa, puedan entrar en razón
y llevar en su corazón y en sus vidas
La Palabra de Dios de noche y de día,
te lo pido de corazón.
Ave María, dulce Madre de la Eucaristía,
con dolor y mucho amor, nos has dado
a tu Hijo Jesús mientras pendía de la Cruz.
Nosotros, débiles criaturas, nos aferramos a Ti
para ser hijos dignos de este gran amor y dolor.
Ayúdanos a ser humildes y sencillos,
ayúdanos a amar a todos los hombres,
ayúdanos a vivir en la gracia
estando siempre listos para recibir
a Jesús en nuestro corazón.
Oh! María, Madre de la Eucaristía,
nosotros, por cuenta propia,
no podremos comprender
este gran misterio de amor,
que obtengamos la luz del Espíritu Santo
para que así podamos comprender
aunque sea por un solo instante,
todo el infinito amor de tu Jesús
que se entrega a sí mismo por nosotros.
María, Madre de la Eucaristía,
me comprometo, tanto como sea posible,
a asistir diariamente a la Santa Misa
y a recibirte en mi corazón.
Creo que estás en verdad presente en los
Sagrarios de las iglesias, donde deseo ir a
alabarte, a adorarte y hacerte compañía.
María, Madre de la Eucaristía,
Tú, quien nos has dado a tu hijo Jesús,
con dolor y tanto amor,
mientras pendía de la Cruz,
ayúdame a vivir en la gracia para siempre
estar listo para recibir a Jesús en mi corazón.
Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este año no se disipen,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados,
que pase ya esta mala época,
sembrada de enfermedad y de miseria,
y tráenos la abundancia y providencia
que Nuestro Padre tiene destinada
a todos nosotros que somos sus hijos.
Que el Espíritu abra los corazones
a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones
hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.
Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido
en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas,
aquellas que tienen enfermos en sus casas,
quienes hayan perdido a un ser querido,
los que estás solos, aislados y muy apenados,
los que están lejos de su hogar y no pueden
regresar y viven esta distancia con pesar,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.
Oh! Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.
A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en el nuevo Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea,
en tan graciosa belleza.
A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María,
te ofrezco en este día, alma vida y corazón,
mírame con compasión, no me dejes,
Madre mía.
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas
en las necesidades, antes bien,
líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.
Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a ti
y en prueba de mi filial afecto te consagro
en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua,
mi corazón; en una palabra, todo mi ser,
ya que soy toda tuya.
Oh! Madre de bondad, guárdame y defiéndeme
como a pertenencia y posesión tuya y pide a
Dios que se lleve este terrible azote pronto.
Amén.
Tú que siempre estás dispuesta
y atenta a nuestro llamado,
que como madre ejemplar escogida por Dios
que no vaciló en decir Sí
ante el llamado para ser la madre
de nuestro Salvador,
quien sin dudar en las bodas de Canaán
le pidió a Jesús convirtiera el agua en vino,
y Él obediente siguió tus designios.
Tú que estuviste al lado de Jesús en su pasión y
muerte, Tú que viste como Él entregó su vida
por la salvación del mundo entero.
Hoy nos arrodillamos ante tu presencia
suplicándole por la conversión del mundo
entero, que toques los corazones de todos tus
hijos y los lleves de tu mano
por la senda del bien.
Te ruego que intercedas por el perdón de
nuestros pecados, porque el que se ha olvidado
del camino santo, por los que no escuchan la
palabra santa, puedan entrar en razón
y llevar en su corazón y en sus vidas
La Palabra de Dios de noche y de día,
te lo pido de corazón.
Ave María, dulce Madre de la Eucaristía,
con dolor y mucho amor, nos has dado
a tu Hijo Jesús mientras pendía de la Cruz.
Nosotros, débiles criaturas, nos aferramos a Ti
para ser hijos dignos de este gran amor y dolor.
Ayúdanos a ser humildes y sencillos,
ayúdanos a amar a todos los hombres,
ayúdanos a vivir en la gracia
estando siempre listos para recibir
a Jesús en nuestro corazón.
Oh! María, Madre de la Eucaristía,
nosotros, por cuenta propia,
no podremos comprender
este gran misterio de amor,
que obtengamos la luz del Espíritu Santo
para que así podamos comprender
aunque sea por un solo instante,
todo el infinito amor de tu Jesús
que se entrega a sí mismo por nosotros.
María, Madre de la Eucaristía,
me comprometo, tanto como sea posible,
a asistir diariamente a la Santa Misa
y a recibirte en mi corazón.
Creo que estás en verdad presente en los
Sagrarios de las iglesias, donde deseo ir a
alabarte, a adorarte y hacerte compañía.
María, Madre de la Eucaristía,
Tú, quien nos has dado a tu hijo Jesús,
con dolor y tanto amor,
mientras pendía de la Cruz,
ayúdame a vivir en la gracia para siempre
estar listo para recibir a Jesús en mi corazón.
Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este año no se disipen,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados,
que pase ya esta mala época,
sembrada de enfermedad y de miseria,
y tráenos la abundancia y providencia
que Nuestro Padre tiene destinada
a todos nosotros que somos sus hijos.
Que el Espíritu abra los corazones
a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones
hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.
Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido
en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas,
aquellas que tienen enfermos en sus casas,
quienes hayan perdido a un ser querido,
los que estás solos, aislados y muy apenados,
los que están lejos de su hogar y no pueden
regresar y viven esta distancia con pesar,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.
Oh! Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.
A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en el nuevo Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea,
en tan graciosa belleza.
A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María,
te ofrezco en este día, alma vida y corazón,
mírame con compasión, no me dejes,
Madre mía.
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas
en las necesidades, antes bien,
líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.
Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a ti
y en prueba de mi filial afecto te consagro
en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua,
mi corazón; en una palabra, todo mi ser,
ya que soy toda tuya.
Oh! Madre de bondad, guárdame y defiéndeme
como a pertenencia y posesión tuya y pide a
Dios que se lleve este terrible azote pronto.
Amén.
Rezar tres Avemarías, tres Salves y tres Glorias.
Hacer la oración y los rezos nueve días seguidos, comenzando el primer martes de cada mes.
Compartir la oración para aumentar la fuerza y el poder de la petición.
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